viernes, 23 de agosto de 2013

"Memorias de un paraguas" de Manuel Gutiérrez Nájera



Memorias de un paraguas el mismo título lo dice todo: un lujoso paraguas venido a menos describe a los lectores asiduos de “La vida en México” su trayectoria vital desde su nacimiento en una fábrica francesa, su permanencia en una gran tienda, cuando es comprado por un caballero, para darse cuenta que pertenece a la aristocracia hasta su actual olvido “en los rincones salitrosos de los patios”.
En esta narración unos objetos que alcanzan propiedades humanas son instrumentos de uso cotidiano como el paraguas y las flores: “Las violetas murmuran enfadadas (…); las rosas están rojas de coraje; los lirios viven pálidos de envidia…”; “… las estrellas, que están “muy despiertas en el cielo”. La propuesta de este cuento es retadora, nos obliga a reflexionar sobre unos utensilios a los que los hombres le destinamos una función exclusivamente práctica, con lo cual el texto nos enfrenta ante un insólito ejercicio de antropomorfización, ya que, por encima de la divertida treta que proporciona la arrolladora imaginación creativa —puesto que el autor infunde vida momentánea a seres inanimados en una situación contextual de verosimilitud. El cuento nos invita a la vez a que observemos la realidad desde un punto de vista diferente, desde el ángulo de las pequeñas cosas inanimadas que nos rodean en la vida cotidiana y de las que nos servimos sin que esa pragmaticidad —a fuerza de repetitiva— soslaye la vulgar indiferencia con que solemos mirarlas.

“Memorias de un paraguas” el soliloquio que enhebra el objeto parlante, realizando una pequeña incisión en su rutinaria vida, abarca la totalidad del texto. La lógica racional nos dice que los objetos carecen de vida; sin embargo la práctica narrativa viene a demostrar una y otra vez lo contrario de esta norma. Y así, atentando contra la mentalidad positivista, que no concede más validez que a lo verificable científicamente, a lo asible con la razón, tenemos la existencia de paraguas que se entregan a la vida alegre, que inspiran compasión, que trabajan, que tienen alma, que filosofan, que visten mal, que se marean; objetos inertes que no sólo se anímizan sin asombro por nuestra parte, sino que expresan sentimientos, sufren, transmiten alegría lo mismo que los humanos, o que se apropian de voz. La actitud de extrañamiento vacila cuando se inmiscuyen dentro de la divagación de tinte fantástico continuos señalamientos de la realidad objetiva —social y política— del país, a actuaciones teatrales, a la literatura.

También con respecto a la descripción con un sinnúmeros de detalles perfectamente refinados como reflejo del movimiento en que se adscribe el cuento; el Modernismo. La referencia que se hace por ejemplo de elementos como: sedas, blondas, lino, porcelana, cristal. Estos elementos también ayudan a mostrar una realidad que se vive al momento en que está escrito el cuento para hacer una clara denuncia de las diferencias de clases los pobres (las sombrillas) y los aristócratas (los paraguas): “Hay paraguas de algodón y paraguas de seda, como hay hombres que se visten en los Sepulcros de Santo Domingo, y caballeros cuyo traje está cortado por la tijera diestra de Chauveau.”

Patricia Carrasco

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